xLa realidad es que quienes más compran los finos sombreros jipijapa son turistas extranjeros.

Alrededor de una antigua hacienda henequera, un pueblo de tejedores mayas pasa sus días hilando sombreros. Están en Campeche, pero la costumbre centenaria que siguen proviene del sur del continente americano, del distante Ecuador.

El sombrero de palma que fama cobró en Panamá -cuando el ostentoso canal que iba a conectar dos océanos apenas se construía- tiene su origen en Ecuador. Con él se cubrían del sol, descubrieron los españoles en tiempos del Virreinato, los indígenas de la provincia de Manabí.

Parecida al plátano, con hojas que se abren en forma de abanico, la Carludovica palmata recibe distintos apelativos: toquilla, rampira, bombonaje, lucaina, palmiche. En México se conoce como jipijapa, nombre de uno de los cantones ecuatorianos donde era costumbre fabricar sombreros.

 CAMPECHE Dóciles y ligeros, resistentes al sol y al agua, los sombreros artesanales de Ecuador comenzaron a confeccionarse en el siglo XIX en otras tierras. Esa tradición de paja llegó a Campeche, y hasta la fecha subsiste en dos localidades del municipio de Calkiní: Bécal y la Ex Hacienda Santa Cruz.

 HACIENDA SANTA CRUZ Fue Sixto García quien introdujo el cultivo de la palma de jipijapa en la Hacienda Santa Cruz. Trajo la planta de Guatemala y aún hoy crece en la misma huerta. Alrededor del deslucido casco, una población maya sigue ocupada en urdir sombreros. Este es obra de María Victorina Chí Ek.

Cada dos meses cosechan la palma, la rayan con una aguja para sacar de sus hojas hilos -entre más partidas más fino y laborioso ha de ser el tejido-, y luego dejan que un horno deshidrate la multiplicada planta hasta que se torne color marfil. A veces se tiñe con fibras naturales.

Cuelgan para secarse al sol los manojos de jipi entintados, cuelgan en los patios traseros de las casas. Mientras tanto, alguien en una improvisada cueva trenza un sombrero: porque solo en la humedad de una madriguera es que las hebras se manipulan sin esfuerzo.

Son las mujeres y los niños los que tejen. Los hombres lo hacen cuando no deben estar al pendiente de sus milpas. Con la paja troceada, vuelta filamentos, se empieza por darle forma a la corona del sombrero. Luego viene la plantilla, después la copa, al último aparece el ala.

Solo haciendo sombreros, muchos, se obtiene la destreza necesaria. Las manos entonces aprenden a darle fineza al tramado. La calidad se mide por el número de círculos que hay en la copa. Entre más tenga, entre más estrechos, mejor es la textura, significativo se imagina el esfuerzo.

Escrito en: Santos Laguna Alrededor, costumbre, hojas, darle

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