Sombreros Gorostiaga vende boinas desde 1857 en Bilbao: "Ahora nos piden más la gorra de Fito o de Madonna"- NIUS

2022-09-24 13:52:39 By : Mr. Zhike Wang

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Sombreros Gorostiaga es de esas tiendas "con solera". No hay más que fijarse en su fachada o en el escaparte para darse cuenta que poco ha variado con el paso de los años. Este negocio familiar es historia viva de la Villa de Bilbao, porque, a pesar de tener más de siglo y medio de existencia, hoy continúa ofreciendo un producto único con la misma filosofía e ilusión que cuando se fundó: las famosas boinas Elósegui. Es uno de los 61 comercios centenarios -ubicados en los barrios de Abando, Ibaiondo, Rekalde, Uribarri y Deusto- a los que hace unos días homenajeaba el Ayuntamiento de Bilbao como "historia viva de la Villa, trabajando de una manera única y con la misma filosofía e ilusión que cuando abrieron sus puertas".

Fue Fructuoso Gorostiaga quien levantó la persiana en 1857. Hijo de un sombrerero que trabajaba en un piso de Bidebarrieta, Fructuoso decidió trasladarla a una lonja a pie de calle cuando heredó el negocio. "Por aquel entonces, la sombrerería ocupaba los bajos de Correros 12 y el almacén estaba en la trasera, en la calle Víctor. Eran unos 350 metros cuadrados. Para que te hagas una idea de cómo han cambiado las cosas, nuestra actual tienda es ese antiguo almacén de 35 metros. Aquellos eran tiempos de sombreros de copa y bombines. También empezaban a verse los hamburgos o los borsalinos, que se imponían poco a poco en las grandes capitales europeas.", explica Emilio Pirla, uno de los actuales propietarios.

El hijo de Fructuoso, Benjamín, decidió no seguir con la profesión de su padre y de su abuelo. Prefirió dedicarse a la odontología. Lo que obligó al fundador a buscar fuera de casa un sucesor que continuara con este oficio. Es así como el apellido Pirla entra a forma parte de esta historia 

A principios del siglo XX. Antonio Pirla, sombrerero en León, fue el elegido como encargado. No es hasta la finalización de la Guerra Civil cuando consigue el traspaso del negocio. Ya por aquellos años, ayudaba en la tienda su hijo y sucesor Luis Pirla, padre de Emilio e Iñaki, que hoy dirigen la tienda.

Los hermanos se sienten orgullosos de continuar con la tradición. "Mejor que en casa no se trabaja en ninguna parte. Ya intenté en su día vender seguros y libros pero me arrepentí enseguida. Sí que es verdad que, como en casi todos los negocios de familia, el padre te obliga entre comillas a colaborar. Con 12 años ya hacía de ayudante, recogía las cajas, quitaba el polvo o limpiaba los cristales. Con 16, los hermanos (son siete) atendíamos en el mostrador. Al final, nos quedamos nosotros, los demás cogieron su camino. Nunca me he arrepentido de esta decisión ", nos cuenta Emilio

Sombreros Gorostiaga ha tenido adaptarse a la fuerza a los nuevos tiempos. En 2020, abrió una página de ventas por internet. "Pero funciona poco. Es que la boina es un artículo muy difícil de comprar sin probar. Es como los zapatos, hay que sentirlos, tienes que ver como te sientan. Salvo que ya lo hayas usado antes y tengas una idea clara de lo que quieres o cómo se llama, habiendo tantas, si no se conoce es dificilísimo elegir", reconoce el propietario.

Emilio quiere dejar claro que la boina no es para nada una prenda "especialmente masculina". "Ni ahora ni antes. Lo que pasa que la fama se la llevan ellos. Hay boinas de hombres de cuatro colores, siete tamaños y 6 calidades. Para mujer tengo 44 colores. Es que los hombres sólo se compran una boina buena cada 10 inviernos y usan 5 en toda su vida. En cambio, las mujeres se llevan la del color que se lleve cada año. Como son los hombres los que llevan la misma o se la colocan siempre igual en todas las circunstancias, parece que son ellos los que más la utilizan", razona.

La falta de costumbre de llevar sombrero y la pandemia, que disminuyó las visitas del turista nacional e internacional conocedor de la calidad de este producto, ha hecho que el negocio últimamente vaya a "trancas y barrancas". A pesar de ello, los Pirla nunca han dejado de ejercer el oficio de la sombrerería. "El problema es que se han dejado de comprar sombreros. Ahora se hacen apretando un botón y los únicos que podemos confeccionar son los que los que las máquinas no pueden fabricar. Hacemos para el teatro, los museos, los pregoneros de las fiestas de Bilbao o la Tamborrada de San Sebastián. Es decir, muchas reproducciones o restauraciones de sombreros como los de Panamá, que merecen la pena. Me acuerdo que en los años 80 hacíamos pamelas por valor de 135.000 pesetas. Ahora lo más caro que vendemos es de 70 euros. El negocio ha caído en picado.", se lamenta.  

Sin embargo, Sombreros Gorostiaga han encontrado gracias al "famoseo", otro tipo cliente que ha dado un empujón a las ventas. "Sobre todo vienen jóvenes que nos piden una gorra como la de Fito, la que lleva Madonna en cualquier videoclip o la que sale en tal película. Entonces, se la conseguimos o se las hacemos", afirma Emilio.