Silvio Rodríguez en el Auditorio Nacional: Mucho más que una canción dedicada a AMLO | Últimas noticias, actualidad y última hora en México y el mundo

2022-08-20 13:38:40 By : Mr. Matteo Yeung

El histórico Silvio Rodríguez se presentará este viernes en el Zócalo.

“Con los años uno cada vez más quiere hacer solamente lo que tiene ganas de hacer”, dijo Silvio Rodríguez en declaraciones concedidas a Crónica Escenario, dos años atrás en la víspera del lanzamiento de su más reciente producción Para la espera (2020), el cual lo ha traído de regreso esta semana a tierras mexicanas, primero con dos presentaciones en el Auditorio Nacional el lunes y martes, luego estará este viernes en el Zócalo capitalino.

Lo que la leyenda de la canción quiere tras la pandemia es una especie de reconciliación con la música, pues en el confinamiento no había tomado la guitarra hasta la grabación del disco (la pasó escribiendo, pintando, atendiendo el blog y disfrutando de mi familia). Y quiere la reconciliación con sus canciones más allá de todo. Incluso de su público.

“Nunca me gustó el público, los escenarios. Yo salí porque entendí que debía y porque quise hacerlo, y sí, puede que haya cogido algún vicio de eso. Uno era más joven y necesitaba probar cosas, probarse cosas, y eso está bien si uno tiene algo interesante que decir; pero tampoco es lo más grande: hay cosas mucho más grandes”, dijo en aquella charla.

Y para decir esto tiene décadas de historia musical que han construido una humildad artística: “Bueno, el público es el que hace al artista; pero a la vez también hay grandes artistas sin mucho público, y personas que no son ni artistas y sí lo tienen. La escena y la relación con el público tiene mucho extra artístico que influye. En los conciertos en los barrios por ejemplo eso es distinto, porque no es propiamente ‘un público’ sino personas que están en sus casas, y somos nosotros los que vamos. Yo quiero ir allí a compartir, nadie pagó para vernos. En ese sentido los barrios rompen esa dinámica de espectáculo, y es lo apasionante”, dijo.

Y sin embargo, el público de México lo aclama. Han agotado los boletos de dos Colosos de Reforma. “A veces uno no sabe bien de dónde salen las canciones”, dijo hace un par de años al hablar de cómo su tema “La adivinanza” surgió de una fotografía. Con ese misterio de no saber de donde surgen, ni lo que pueden provocar, es que llegó al Auditorio Nacional porque si bien el origen de los temas es incierto, el destino está ahí para el público.

Este texto aspira a ser como esa fotografía. No cualquiera. “Creo que esta es de una foto. Siempre que la canto, esa foto es lo que veo”, dijo al hablar del tema mencionado. Así este texto espera que al ser leído uno evoque en su memoria los detalles de su primera velada en la capital del país el pasado lunes. Y un poco más.

Faltaban 16 minutos para las 21 horas y entre alaridos, aplausos y silbidos de euforia, el emblemático compositor pisó el escenario con sus jeans, camiseta negra, camisa de mezclilla, calcetines rojos y su característica boina color caqui. Se colocó unos enormes audífonos de diadema, mientras los músicos tomaron su sitio: A su derecha en la parte baja, estaban los guitarristas Mike Elizalde y Rachid López, detrás de ellos Emilio Vega en el vibráfono y en la extrema de ese lado, en el piano, Jorge Aragón; de su lado izquierdo, hasta el extremo, se ubicó Jorge Reyes en el contrabajo, más cercana Niurka González en la flauta transversal y detrás de ellos Oliver Valdés en la batería.

“Viva México”, pronunció Silvio para aumentar los decibeles de euforia de la gente. Comenzaron en la guitarra las notas de “Casiopea” (Rodríguez, 1964), ese clásico y emblemático tema que tanto enigma ha causado en la historia (que si es sobre la Revolución Cubana, que si es de la soledad de Silvio en Angola o que si es sobre el astronauta soviético Serguei Krikaliov). “El trance me ha mostrado otra lección/el mundo propio siempre es el mejor”, canta, esta vez sin la compañía de Mario Benedetti, pero sí con la de arreglos de viento que parecen pinceladas árabes, que dan un aura mística a su letra de poética ciencia ficción.

Una carta de presentación sobre la inspiración que llega en el momento menos esperado: “Estaba en casa de mi hermana y la que era mi esposa entonces se iba a bañar, pero no tenían champú, así que me pidió que fuera por una botella a la casa. Fui rápidamente y por el camino iba pensando en una melodía y se me fue ocurriendo la letra y cuando llegué a mi casa antes de ir por el champú busqué un lápiz para escribir aquello. Se me olvidó el champú, pero volví rápido para cantarle lo que se me había ocurrido por el camino”, dijo años atrás para hablar del origen de este tema que con el tiempo se ha transformado en algo más:

“La misma vida se encarga de exiliarnos de sitios como la niñez. Qué elemental y qué controvertido. 'Casiopea' y 'Ala de Colibrí' son de esas canciones que por momentos se me escapan (hay otras), y puede que algún día les descubra otros significados, como me pasó con Unicornio”, dijo en otro momento y más aún, en otro concierto contó uno de esos significados de este tema que vale la pena recordar:

“Cierta madrugada iba rumbo a mi casa, rodando por el Malecón habanero, cuando me quedé dormido. Desperté justo a tiempo para evitar el accidente y decidí arrimarme a la acera y dar unos pasos para despejarme. El muro estaba vacío, no había luna pero sí muchas estrellas. Por entonces todavía fumaba y encendí un cigarrillo mirando hacia el mar. De pronto, en la oscuridad, había una persona a mi lado. No le vi el rostro. Sin la más mínima presentación me contó su historia de millones de años. Cuando la colilla me quemó los dedos, la arrojé al mar. Cuando volví a mirar, la sombra había desaparecido. ‘Casiopea’ reproduce su historia”.

El más reciente disco de Silvio fue lanzado en junio del 2020.

SOBRE HACER MEMORIA: EL DESEO Y LA UTOPÍA

Una de las grandes cualidades de su disco Para la espera es que “está hecho de canciones que, aunque haya sentimientos afines, son muy distintas entre sí, y eso es algo que me complace. Eso y que no hay violencia”, dijo en la entrevista antes mencionada. Es cierto que para un concierto de Silvio es inevitable que la violencia se evoque desde el dolor de la batalla, a veces revolucionaria y a veces cotidiana, pero también desde la memoria que evoca el espíritu de las voces que en su momento fueron gritos valientes desde la poesía.

Así llegó su siguiente tema: “Son versos de un poeta cubano que murió muy joven organizando una huelga: Rubén Martínez Villena. Son dos cuartetas, una se llama ‘La pupila insomne’ y la otra ‘El anhelo inútil’”, dijo y comenzó el tema que en el setlist figura como “Tonada para dos poemas” y que, para letras que hablan del deseo de saber ver en esta vida cosas que se soñarán ya estando muerto (como lo habla el primero) y del “ensueño”, como una ilusión o fantasía, como la utopía inalcanzable del mundo mejor (como habla el segundo), tuvo una interpretación muy viva con veloces guitarras flamencas, un piano jovial y una flauta muy cálida.

EL HUMOR DE LA COSA

“Esta canción también tiene que ver con nuestra realidad”, dijo Silvio para dar una presentación de su tercer tema. “En Cuba a la situación política, por ejemplo, se le dice ‘la cosa’: ‘¿Cómo anda la cosa?’; la gente hace comentarios sobre ‘la cosa’... y resultó que un peluquero en La Habana Vieja, me enteré que había puesto un letrero en su local que decía: ‘Prohibido hablar de la cosa’”, dijo la anécdota para provocar las risas entre el público que para este tiempo no paraban de interrumpir con gritos de “Viva Cuba”, “Te amo Silvio” y “Cuba libre” (en su manera de ignorarlos llegó la primera llamada de su reacción).

Así comenzó a sonar el primer tema de su nuevo disco: “Viene la cosa”. Un tema con toda la esencia del son cubano y los ritmos caribeños más bailables y cuyo humor no solo viene de esa presentación sino, posiblemente de aquella pregunta que se le hizo en la entrevista publicada en este medio: ¿Qué es “la cosa”?, se le preguntó hace dos años y respondió: “Es algo que está ahí, pendiendo. Yo no quisiera que llegara. Ojalá nunca llegue; pero por momentos parece que viniera. ‘La cosa’ que reescribe el pasado”, dijo.

Sin embargo después publicó en su famoso blog Segunda cita publicó una anécdota curiosa: “Hace unos días una periodista me preguntaba qué era la cosa y respondí lo primero que se me ocurrió, que la cosa era algo que había en todas partes, que la canción era una alerta, cosas así. No me gusta explicar las canciones”, dijo.

“Prefiero que cada cual saque sus propias conclusiones y que sean, además de música y literatura, una provocación para incitar la imaginación, los reflejos, las analogías, la saliva del perrito de Pavlov, lo que sea... Y pensando en lo que le debí haber dicho a la periodista, creo que hubiera sido mejor la historia que me contaron de aquel barbero, creo que de La Habana vieja, que puso un cartelito que decía: ‘Prohibido hablar de la cosa’”, escribió. Para sorpresa de todos la historia del barbero la vino a contar al Auditorio Nacional.

Fue con “Viene la cosa” que comenzó un maravilloso bloque dedicado al son cubano. El ritmo bailable puso a mover los pies a los miles de presentes en el Auditorio Nacional desde sus propios lugares con “Escaramujo” (Rodríguez, 1994). Este tema que en estudio guarda cierta comedia entre guitarras, cobró un sentido más que festivo con los arreglos orquestales que evocaban, muy al estilo de Silvio, a otros gigantes del son como Benny Moré, Compay Segundo o Roberto Faz: “Si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo”, pincelea el tinte político en la letra.

Una canción que más allá de ese acento contestatario es una celebración a la inquietud, a las ganas de saber cosas sobre nuestro mundo, cual curiosidad de niño que ninguno deberíamos perder nunca. Una curiosidad tiene alcance divino: “Soy aria, endecha, tonada, soy Mahoma, soy Lao-Tse/Soy Jesucristo y Yahveh, soy la serpiente emplumada (con un aplauso especial del público con esta referencia mexica)/Soy la pupila asombrada que descubre como apunta/Soy todo lo que se junta para vivir y soñar/Soy el destino del mar, soy un niño que pregunta”, dice en uno de sus momentos más cumbres.

LA ABRUMADORA BELLEZA DE LOS SUEÑOS

“Nunca me gustaron las canciones bonitas”, dijo Silvio en la entrevista publicada por Crónica Escenario. ¿Cuáles son esas canciones bonitas? se le preguntó: “Esas que son así, melódicas... No las persigo, ni las odio tampoco, pero desconfío un poco de lo bonito, por principio”. Ese aire humilde de compositor que sabe de la belleza y no comparte a la musa se le escapa por la sombra. Especialmente cuando en el siguiente tema ofrece una abrumadora y hermosa versión de “Sueño con serpientes” (Días y flores, 1975).

El compositor ha intercambiado esa entrada de la grabación sobre “los imprescindibles” de Bertolt Brecht, por unos arreglos de flauta que se entremezclan con las estrofas y los latigazos desde las cuerdas de guitarra de Mike Elizalde y Rachid López, que parecen evocar a un dios hindú. Y qué decir de ese sonido de avispa de la batería para acompañar la atmósfera onírica y pesadillesca. 

El músico rindió homenaje a Vicente Feliú.

“‘Es una canción sin familia’, me dijo Joaquín Sabina, y quizá tenía razón. La escribí de madrugada, porque la soñé: soñé las serpientes tragándome y soñé la música medio árabe que tiene, con el bajo en clave de son y todo. La cita de Brecht se la puse como brújula, porque si hoy resulta misteriosa, cuando la hice era desconcertante. Entonces parecía demasiado críptica, y yo necesitaba de un recurso para darle sentido. Y confieso que el sabio de Brecht empezó su ayuda por mí mismo”, dijo Silvio en una ocasión sobre la letra.

Y como no encontrar belleza en sus significados si nos evoca a Leviatán, esa bestia del mal que aparece en el Antiguo Testamento, cuyo significado es “la serpiente enroscada” o “el dragón que vive en el mar” y a través de su lucha entre sueños, Silvio nos propone que la vida es una lucha constante y nos aconseja mantenernos alejados de nuestros miedos imaginarios, pues creyendo en ellos les otorgamos más poder y así limitan nuestra voluntad por alcanzar lo que en verdad nos importa.

En un momento de la interpretación de esta joya, Silvio hace un ademán de silencio para que el público sienta la música mientras algunos insensatos desde el público interrumpen con gritos como “no te mueras Silvio” y hacen ademanes mientras los músicos tocan o el artista canta: “Nunca me gustó el público, los escenarios”. Comienza a tener sentido. (Segunda llamada de atención).

DEL AMOR INTERMINABLE AL AMOR AMANTE

Es cierto que a lo largo de su historia Silvio Rodríguez ha cantado al amor desde dos principales puntos. A menudo se confunde la palabra ella con el de una mujer con el de la revolución. Pero para este punto del concierto las cosas están claras y ha llegado el momento de cantar a las musas mujeres. Niurka González marca con su flauta el inicio de “Te amaré” (Rabo de nube, 1980), esa declaración de amor que llega más allá de la muerte y que fue acompañada también con las dulces notas del piano.

“Te amaré hasta el fin de los tiempos/Te amaré y después te amaré”, prolonga Silvio con su voz más áspera que nunca y un eco de 10 mil personas persiguiéndolo como feligreses en un rito. El amor no paró. También hubo permiso de romper la moral y hablar del amor amante. No hubo mejor forma que continuar con la bohemia de arreglos jazzísticos de “Óleo de una mujer con sombrero” (Días y flores, 1975), y esa elegante metáfora que nos hace interpretar al “óleo” como el proceso del amante en el cual, después de ser abandonado, empieza a ver a la persona amada como borrosa, como si empezara a desaparecer su recuerdo.

A propósito de este tema cabe incluir una remembranza. Alguna vez, durante un concierto ochentero, Silvio Rodríguez contó que uno de sus primeros oficios fue el de dibujante. “Hacía historietas cómicas”, aseguró el músico cubano. “De ahí me nació una afición, un amor en general hacia las artes plásticas. Recuerdo que me gustaba mucho especialmente un pintor ruso llamado Marc Chagall. Me gustaba por la fantasía, por el colorido, por la figuración tan personal y característica de su pintura”, dijo.

Según confesó Rodríguez: “Recuerdo que una vez descubrí un cuadro de él que, entre otras cosas, representaba a una mujer con un sombrero blanco y una pluma colorada, que me gustó mucho; y también recuerdo, valga la redundancia, que unos años después, en los carnavales de La Habana de 1970, conocí a una mujer con un sobrero blanco y una pluma colorada que me gustó mucho más”, dijo.

Ahí nació “Óleo de mujer con sombrero”, la canción donde se cuela el nombre del pintor bielorruso y que iba a formar parte de un proyecto abortado por el músico cubano. Llevaría por título Tetralogía de mujer con sombrero y estaría compuesto por doce canciones, entre otras, “Apología de mujer con sombrero” y “Detalle de mujer con sombrero”.

ODA A LA CANTERA DE SUS CANCIONES

En la velada en el Auditorio Nacional el amor estuvo presente de muchas formas. Una de las más simbólicas es la de el amor por la creación musical que trasladó perfectamente para el tema “La maza” (Unicornio, 1982), uno de sus grandes clásicos en el cual habla de la razón de ser artista, de su compromiso, que no se deja seducir por los artificios y superficialidades que suelen acompañar a algunas manifestaciones escénicas.

En la letra, Silvio Rodríguez describe una maza o martillo, el cual no tendría sentido o función sin la cantera con la que extrae sus canciones, como metáfora de que la vida no tendría sentido sin un propósito que orientara las acciones, o una creencia para motivar la vida: “Si no crees de verdad en lo que estás haciendo, todo se vuelve pirotecnia y escaparate, superficialidad y pose. Una herramienta inútil como la maza sin cantera”, cantó entre los aplausos y los coros de los mexicanos. En este tema se notaba el goce del cantautor mientras admiraba como sus músicos lo acompañaron.

El músico hizo un repaso por algunos temas emblemáticos de su historia.

UNICORNIO PARA PÉRDIDAS IRREPARABLES

Para la mitad del concierto llegó el momento más solemne y sensible de la noche. Mientras afinaba su guitarra comenzó la introducción de un sentido homenaje: “Han sido tiempos en los que todos hemos perdido a seres queridos, conocidos. A seres muy amados, a veces…”, decía Silvio mientras más imprudentes gritaban, lo mismo intentando llamar su atención que molestando al no dejar fluir la magia del concierto (tercera llamada y la vencida). “Por favor, ¿me pueden dejar hablar un momentito?”, dijo el cantante de forma cortante y el resto del público aplaudió el regaño para después escucharlo atentamente.

“Esta canción, que la hice en otras circunstancias, la quiero dedicar a una pérdida especial, que yo sé que han habido muchas. Todos hemos perdido algo, no solo en los últimos años… nos pasamos la vida perdiendo cosas, a veces ganando otras, pero hay pérdidas que son irreparables como la de una persona que por una hija mía supe que siempre venía a mis conciertos y que por una circunstancia extremadamente dolorosa perdió la vida: Héctor Miguel. Y entonces, para todos, pero especialmente para él”, dijo con la voz entrecortada.

Así llegó el icónico tema “Unicornio”, que da nombre a su placa de 1982. Según lo explicado por el propio Silvio Rodríguez, el tema está inspirado en el poeta y revolucionario salvadoreño, Roque Dalton, quien a finales de la década del 60 se refugió en Cuba, donde coincidió con el cantautor.

De ahí surgió una profunda amistad, la cual no se vio interrumpida cuando a inicios de los 70 el poeta decidió volver a su país y formar parte de las Ejército Revolucionario del Pueblo, según Silvio, un hijo de Roque le dijo que, en medio de las montañas salvadoreñas habitaba un unicornio azul, metáfora que utilizó el artista para homenajear a su amigo muerto en 1975.

Esta canción que, como se dijo antes, ha cobrado con el tiempo otros significados: “Cuando apareció la canción, el diario El Mercurio, de Chile, hizo una encuesta preguntando qué era el unicornio para cada entrevistado. Isabel Parra me trajo la página y al leerla, fue estremecedor. Cuánta razón había en cada una de las interpretaciones: una señora hablaba de su esposo muerto, una niñita lloraba su cachorro perdido… Creo que descubriendo todo aquello me di cuenta de lo que había escrito”, dijo en su momento el cantautor. Este lunes el tema fue dedicado a un admirador.

Este momento solemne y melancólico se prolongó con las siguientes canciones, las cuales fueron parte de otro homenaje especial, cuya presentación vale la pena leer íntegra: “Este año yo perdí un amigo de 60 años de amistad. Se dice fácil. Nos conocimos a principios de la revolución, él con 14 y yo con 15, en actividades juveniles revolucionarias: alfabetizamos, cortábamos caña, recogíamos café,hacíamos guardias, cuidábamos la escuela, hacíamos obras de teatro… Después yo tuve que entrar al ejército, comencé el servicio militar y yo entré en el primer llamado en 1964 y él empezó a estudiar física en la universidad y se hizo maestro”, dijo Silvio.

“Yo en el ejército me encontré con la guitarra y empecé a hacer canciones y empecé a tocárselas a mis compañeros de armas y en algunos festivales de aficionados de las fuerzas armadas también. Y cuando salí de las fuerzas armadas, tres años y tres meses después, me lo encontré y resultó que él también se había encontrado con una guitarra y hacía canciones”, continuó.

“Así empezamos otra etapa, la etapa musical y poética. Y luego vino aquello de de nuestra generación que fue llamada de la Nueva trova y todo eso. Él fue uno de los fundadores, conmigo, con Pablo, con Noel, todos esos compañeros. Estoy hablando de Vicente Feliú. Entonces voy a invitar a una sobrina de él a que haga conmigo esta canción que es de él: Malva Rodríguez”, complementó presentando a su hija quien subió al escenario entre aplausos.

Los músicos se fueron y solo quedaron los Rodríguez, padre e hija, con una guitarra y sus voces para cantar “Creeme” (Creeme, 1979), uno de los temas más bellos y simbólicos de la historia musical de Feliú, que da nombre a su primer disco y en el cual rinde homenaje a dos revolucionarios cubanos de 1935, Antonio Guiteras Holmes, revolucionario matancero quien encabezó una salida clandestina hacia México para instruirse militarmente y regresar y Carlos Aponte, coronel venezolano que había combatido con Sandino en Nicaragua, quien se refugió en la casa de Feliú junto a otros guerrilleros. Una vez recordó el fallecido cantautor que el tema nació en 1975 luego de una charla familiar sobre ese suceso:

“Compuse la canción ‘Homenaje a Antonio Guiteras’, lamentablemente perdida. Al poco rato nació ‘Si canto a los muertos’, dedicada a Carlos Aponte y el poema ‘Los héroes’ que sería el preámbulo años más tarde de la canción ‘Sueño del Héroe’. Inmediatamente después, cargado con todo lo leído y escuchado, calculo que en la madrugada de ese mismo y largo día, de repente sentí un enorme peso sobre los hombros y salió, de arriba a abajo, ‘Créeme’. Es como si me la hubieran dictado los dos gigantes con quienes estaba compartiendo, incitándome a seguir su camino”, dijo en una vieja entrevista Feliú, quien además recordó que la primera persona que cantó “Creeme” en estudio fue Pablo Milanés en su disco Aniversario en 1977, sin embargo el primero otro: “la cantamos a dúo con Silvio, especialmente durante las cerca de 600 actividades que hicimos durante la guerra de Angola entre febrero y julio de 1976”.

Después de ese tema homenaje con Malva en la voz, ella se puso al piano mientras Silvio soltó su guitarra y se puso de pie para continuar con el reconocimiento: “Aquí vamos a hacer otra de Vicente, que creo que no la tiene el disco aunque desde que la hizo en 1968, yo le dije que debía estar en un disco. Cabeciduro no me hizo caso, pero ahora se la vamos a poner en un disco”, dijo el cantautor para después cantar “No es fácil”.

Fue llamativo el momento en que el canuatutor llamó la atención del publico cuando no lo dejaban hablar.

CANCIONES CONTRA EL MACHISMO, CONTRA EL DOLOR

Tras el momento emotivo, la siguiente tercia de canciones siguen una línea que parte del amor incondicional y el respeto, al amor propio que se compara con la divinidad. “En todas partes hay machismo y abuso contra las mujeres. Por eso hice esta canción”, dijo la noche de este lunes para dar vida a “Yo te quiero libre” (Tríptico Vol. 3, 1984) el cual nos habla de cómo podemos compartir una vida, sin coartar las alas a la persona que nos acompaña. En este tema la flauta se trenza con una guitarra clásica, mientras los aplausos se hacen notar en el público.

A este tema siguió “Días y flores”, que da nombre a su disco debut de 1974, y cuya complejidad de la letra en la primera parte nos evoca las imágenes de un hombre que le habla a su compañera y le dice que cuando sale de su casa y vuelve de un lugar bello, trae para ella una flor, pero que cuando sale al mundo se encuentra con las injusticias, y es entonces que la segunda parte tiene una parte desgarradora pues habla con rabia de la lucha de las miserias humanas hasta que vuelve a ella a encontrar el amor.

“Si hay días que vuelvo cansado/Sucio de tiempo, sin para-amor/Es que regreso del mundo/No del bosque, no del sol/En esos días, compañera/Ponte alma nueva para mi más bella flor”, dice la letra en la estrofa final que curiosamente en el Coloso de Reforma no estuvo en la voz de Silvio sino del público completo, en un gesto que se sintió como un perdón.

La canción que cerró este bloque fue del mismo disco, “En el claro de luna” (Días y flores, 1974), un tema in crescendo emocionalmente que en la orquestación se sintió hipnótica. Un tema cuya letra está escrito como si fuera una plegaria, pero no a un ser divino sino a su propia alma, a la que le pide que sueñe. Una canción que evoca esperanza contra tanto dolor de la realidad: “Entre las luces más bellas/Duerme intranquilo mi amor/Porque en su sueño de estrella/Mi paso en tierra es dolor”, canta Silvio acompañado del público mexicano.

Tras ese momento catártico regresó al disco que lo trajo a México, especialmente al tema del que se extrae el nombre de la producción. “Danzón para la espera” (Para la espera, 2020) volvió a poner la orquestación más viva y bailable: “‘Para la espera’ es simplemente una frase que extraje de la canción, y que tiene que ver con el presente. Nada más. Esa sencillez es la explicación”, dijo en la entrevista publicada por este diario.

El estribillo contempla: “Un amor para decir te espero. Una piel donde aprender fragancia. Un azul para volver. Un sinsonte para ser. Y un danzón para bailar el ansia”. Y el estribillo completa: “Un danzón para esperar el alba. Un fulgor donde empezar de cero. Un relámpago inicial. Una gota en el cristal. Y una música del aguacero”.

A diferencia del disco, en vivo, hay un lucimiento especial para sus músicos que acentúan con sus instrumentos la búsqueda de esa sencillez.

DE LA ADMIRACIÓN A LA EUFORIA

La recta final de la velada llegó. El paso de la historia musical de Silvio Rodríguez y su poesía contestataria habían embelesado al Auditorio Nacional por 15 temas, pero aún faltaban algunas perlas musicales que han marcado la historia. Las siguientes tres canciones, muy a su manera, tienen un hilo conductor la admiración.

Habían pasado unos segundos del inicio del emblemático “Quien fuera” (Silvio, 1992), cuando el cantautor decidió parar a los músicos y reiniciar el tema ante la percepción de una falla de coordinación. Entre los aplausos de reconocimiento por parte del público que notó el gesto por mostrar el esplendor de los arreglos, volvió a sonar con una la flauta de Niurka con más protagonismo.

Este tema, que es una especie de homenaje a personas reales y de ficción a los que Silvio admira mucho y que lo han acompañado desde sus lecturas de infancia hasta sus años más postreros. Alude a ellos, porque de tener su talento y virtud, sin duda se podría concretar el hallazgo que se busca en la canción. En primera persona, Silvio nos comienza a relatar de su búsqueda. Este verbo “buscar” es el principal en esta canción. Silvio está en búsqueda de tres cosas: una palabra, una escafandra y melodías. Todo con un propósito claro.

En un momento de la velada dijo que el tema "Yo te quiero libre" está dedicada a las mujeres que padecen el machismo.

A este tema siguió el protagonismo de los vientos con otro tema que rinde admiración a la mujer. Así llegó “Eva” (¡Oh, melancolía!, 1988), una canción a la mujer, a la madre, a la esposa, a la hija. Un tema que reivindica el papel de la mujer en la sociedad. Es un homenaje, una oda al sexo femenino y el desapego con respecto al hombre, que el público celebró con aplausos y coros: “Eva sale y remonta vuelo/Eva deja de ser costilla”, se escucha en todo el Coloso de Reforma.

El otro gran gesto de admiración se dio con “La era está pariendo un corazón” (Al final de este viaje, 1978) que llegó después de presentar a toda su camada de músicos. El 8 de octubre de 1967 el Che fue herido y capturado por el ejército boliviano en la Quebrada del Yuro a unos siete kilómetros al norte de la localidad de Higueras, a donde fue trasladado y recluido en la escuela de la localidad.

Dicen que, al día siguiente, 9 de octubre, fue asesinado y al enterarse de esa noticia, un joven cantautor cubano llamado Silvio Rodríguez, profundamente afectado por la noticia, compuso la canción “La era está pariendo un corazón”, en la que nos dice que nuestro tiempo sufre por la muerte de grandes hombres como el Che.

En este tema el monumental coro frente al cantautor hizo estremecer. La emoción se desbordó en una especie de euforia heróica, al grado que al culminar el tema, el público estaba de pie en una ovación que se prolongó por un par de minutos. Parecía que sería el tema que da pie al encore, pero en el escenario, cantautor y músicos se dejaron llevar por la emoción y se quedaron a complacer y apaciguar.

LA NECEDAD DE LO QUE HOY RESULTA NECIO

Entonces llegó el tema que causó más ruido. “A veces a esos temas tan obviamente políticos es difícil acercarse de una manera que no sea... vulgar”, dijo en esa mentada entrevista. Silvio Rodríguez ha convertido en todo un arte el ser sútil al hablar de política: “A veces hay canciones para gente aparentemente insignificante. Mujeres extraordinarias que se sacrifican por los hijos. Una vez se la dediqué a Fidel… hoy se la dedico a Andrés Manuel”, dijo el músico con guitarra en mano al momento de comenzar a entonar “El necio” (Silvio, 1992).

Este momento acaparó los encabezados haciendo eco de lo sucedido ese mismo lunes en la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador. “Le invité ayer a tomarnos un café, ya vino; es mi amigo, ayer, somos amigos y platicamos un rato, estuvimos comentando”, dijo el presidente de México. “A ver si no nos cobran derecho de autor”, bromeó el presidente López Obrador previo a que pusieran la versión de “El Necio”, en voz de su esposa, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller.

“El Necio” es una declaración de principios del trovador cubano respecto a su postura política y a “la necedad de vivir sin tener precio”: “Yo quiero seguir jugando a lo perdido/Yo quiero ser a la zurda más que diestro/Yo quiero hacer un congreso del unido/Yo quiero rezar a fondo un ‘hijo nuestro’”, cantó y en el público surgió la duda de alguna ironía disfrazada en la dedicatoria: “La necedad de lo que hoy resulta necio/La necedad de asumir al enemigo/La necedad de vivir sin tener precio”.

“Es una canción de marketing, de precios. Y para que nadie se imagine que soy santo, voy a poner el mío (por ahora): el levantamiento del bloqueo a Cuba y la entrega incondicional del territorio cubano que E.E.U.U. usa como base naval en Guantánamo”. Ese mensaje que aparece en el librito del disco ‘Silvio’ (1992) sirve de epígrafe para el track 8 de aquel LP. Pero también hay una historia detrás de este tema:

A principios de los 90, de la mano de la reforma Glásnost en la Unión Soviética se daba el derrumbe socialista. en La Habana, varios periodistas pedían al cantautor que se pronunciara: “Y yo pensaba, sigo pensando y siempre pensé igual, que no tengo tampoco por qué pronunciarme acerca de cada cosa que sucede. Ese no es mi oficio, no es mi trabajo”, dijo en una vieja entrevista.

Este silencio del músico tuvo una consecuencia agresiva pues cubanos que trabajaban en el aeropuerto de Miami lo confrontaron para que alzara la voz, sin embargo su enfado llegó al punto de que le rompieron una guitarra: “Cuando llegué a Puerto Rico, escuché en la radio un programa desde Miami donde decían que la contrarrevolución estaba muy decaída porque habían pasado los revolucionarios ‘fulano’ y ‘mengano’, entre ellos yo, por Miami y en otra época nos hubieran arrastrado, hubieran limpiado las calles con nosotros”, dijo.

“Yo tenía noticias de que a veces había manifestaciones de agresividad, lo había leído, me lo habían contado; pero en mis huesos, en mi carne, nunca había sufrido una amenaza pública de esa envergadura. ¿Cómo puede uno provocar tanto odio en canciones que ni una sola habla del odio?”, apuntó el músico. 

Lo más llamativo del concierto fue la dedicatoria de "El necio" para AMLO.

Al terminar ese tema llegó el encore. El público eufórico pedía a gritos el regreso de Silvio. Tras un par de minutos regresaron con otra tercia de declaraciones de principios. La primera de ellas es del disco nuevo “Jugábamos a Dios”, un tema que en principio había sido escrita para la película Afinidades (2010) sobre la corrupción, “entonces yo quise compensar ese tema con algo de la inocencia original, de que llegamos a esto pero antes fuimos de otra manera, tuvimos otro pasado”, dijo hace un par de años sobre este tema que tiene versos luminosos y esperanzadores como estos: “Jugábamos a Dios, sin reparar en ser felices. Saltábamos al sol, sin tiempo para cicatrices. Sin horas, ni lujos, pelotas, bromas y dibujos”.

Acto seguido continuó con “Pequeña serenata diurna” (Mano a mano, con Luis Eduardo Aute, 1975), un tema con tintes de bossa nova que simboliza, a partir de un juego de palabras tomado de la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, una fotografía de lo que es Silvio como trovador inserto en un contexto social, en un país revolucionario dentro de un mundo donde no lo dejan ser.

“Soy feliz/soy un hombre/feliz, y quiero/que me perdonen/por este día/los muertos/de mi felicidad”, canta como sintiéndose culpable por ser un hombre tan pleno, Silvio le pide perdón a los que tuvieron que morir para que él pueda ahora ser feliz. Una frase que nos recuerda a un discurso que dio en el Estadio Nacional de Santiago de Chile en marzo de 1990: “Todas las felicidades cuestan muertos”. Es una canción de respeto por los que ya no están con nosotros, que la noche de este lunes sonó casi por completo en la voz del público mientras Silvio se regocijaba emocionado de la reacción.

Antes de despedirse nuevamente cantó un hermoso tema de amor llamado “De la ausencia y de ti” (Cuando digo futuro, 1977, aunque apareció no oficialmente en un EP llamado Pluma en riste en 1969). ¿Qué debemos hacer ante la ausencia de la amada? Nos pregunta en el tema y Silvio nos da dos opciones: nos queda evitar los recuerdos o enfrentarnos a la ausencia y hacer la canción.

Curiosamente este tema tiene una historia interesante que se publicó años atrás en este diario en un artículo publicado por el periodista Rubén Cortés: “Es para una mexicana, Velia Ramírez. Se la hice en 1969. Ahora está casada con un hombre encantador, se llama Víctor y es trompetista. Cuando voy a México, los tres nos juntamos y comemos. La canción cuenta una época difícil para la revolución cubana. Por eso digo que las ideas son balas y no puedo usar flores por Velia. Y hablo de mapas porque ella vivía en México”, dijo.

Luego de esos temas Silvio Rodríguez salió del escenario con sus músicos, pero el concierto aún no terminaba. Aún faltaba uno de los momentos más mágicos. Las notas en las cuerdas de “Ojalá” (Al final del viaje, 1978) removieron las entrañas de los 10 mil presentes. “Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan”, coreaban. Esas palabras que casi un siglo atrás fueron escritas para el primer amor de Silvio Rodríguez, de nombre Emilia Sánchez, resonaban a todo pulmón en el escenario más importante de México.

“Fue un amor que tuve cuando estuve en el ejército, haciendo mi servicio militar. La conocí cuando tenía 18 años, fue mi primer amor importante en el sentido de que fue el primer amor que me enseñó cosas. Era una muchacha mucho más evolucionada que yo, mucho más inteligente, más culta. Me enseñó, por ejemplo, a César Vallejo. Después nos tuvimos que separar, estaba estudiando medicina y en fin, no le cuadró. No sé por qué estudió medicina, cosa loca de ella, en realidad siempre fue de letras. Después estudió letras, se fue a su pueblo Camagüey, a estudiar eso y yo me quedé solo aquí en La Habana, totalmente desolado”, dijo alguna vez.

“Pasaron los años y el recuerdo de aquel amor tan bonito, tan productivo, tan útil (ojo, no confundir con utilitario), enriquecedor, de aporte a uno... pues, estaba obsesionado yo con esa idea. Y porque fue un amor frustrado, tronchado por las circunstancias, por la vida, no fue una cosa que se agotara, pues se me quedó un poco como un fantasma y por eso compuse esta canción en un momento quizás de delirio, de arrebato, de sentimiento un poco desmesurado: ojalá esto, ojalá lo otro…”, agregó.

Esos sentimientos de fiera enjaulada plasmados en “Ojalá” sonaron mágicamente. El tema que fue escrito en un barco que se llamaba “Playa Girón” (el cual da nombre a otro tema emblemático de su carrera), en el cual viajaba con la flota cubana de pesca. Pensando en Emilia “andaba y desandaba los dos metros y medio del camarote con la guitarra sobre el pecho, cantando aquella aparición, chocando con todo, con la vista nublada. Al cabo de los años, viendo la respuesta que ‘Ojalá’ provoca en tantos públicos, me pregunto cómo aquella mañana tan solitaria de alta mar pudo llegar hasta el futuro”, dijo en otra entrevista.

Así, la última palabra de su música fue “canciones”, la del público fueron aplausos y la de Silvio y sus músicos una reverencia de agradecimiento, quizás como el presagio para otra espera, que no será tan larga. Nos vemos en el Zócalo.