Seis meses en la casa sostenible ideal

2022-08-08 15:22:11 By : Mr. ZDAN Shanghai

La vivienda cuenta con mobiliario con ruedasy cortinas en lugar de paredes o puertas

En el actual contexto de emergencia climática, la sostenibilidad ganan adeptos cada día. Y, como todo, el primer lugar donde se aplican este concepto es en casa. En este sentido, las viviendas sostenibles —aquellas que buscan minimizar su impacto sobre el medio ambiente y reducir el consumo energético aprovechando los recursos del entorno y fomentando el reciclaje— han ido ganando popularidad en los últimos años.

Un ejemplo es la casa TO, ubicada en medio de los jardines de Can Llima, en el Campus Diagonal Besòs de la UPC. El diseño exterior es simple, principalmente de madera, con placas solares en el techo y grandes ventanales. Los ornamentos no tienen cabida, la funcionalidad reina en este cubículo de 140 metros cuadrados. Por dentro es aún más curiosa. En lugar de paredes, las estancias quedan separadas por cortinas y el mobiliario tiene ruedas —incluso la cocina y la bañera— para ofrecer la mayor libertad posible.

En un principio, la casa no fue diseñada como un recinto habitable, sino como un espacio didáctico. “Queríamos crear un espacio de aprendizaje a partir del cual se podían aprender unas directrices sostenibles para luego aplicarlas en tu casa”, explica Clara Alsedà, exestudiante de arquitectura de la UPC y una de las creadores de la vivienda. Sin embargo, el habitáculo aspiró a convertirse en algo más cuando cinco estudiantes del máster de la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura del Vallès (ETSAV), movidos por la curiosidad, decidieron comprobar si el prototipo sería habitable viviendo allí durante 6 meses.

Durante su estancia, ahora ya finalizada, el principal reto fue adaptarse a las peculiaridades de la vivienda. Subir o bajar la temperatura dejó de ser cuestión de pulsar un botón, y ducharse ya no consistía simplemente en abrir el grifo y esperar a que saliera el agua. La gran apuesta de la casa es responsabilizar a sus habitantes y obligarlos a llevar a cabo todas estas tareas. Esto les fuerza a ser activos y que dediquen mucho tiempo a hacer todo lo que la vivienda no hace por ellos. “Si el inquilino no tiene un cambio de mentalidad para vivir de forma más sostenible, no tiene sentido construir estas casas”, sostiene Alsedà.

La medida estrella es la gestión de la temperatura. Hoy en día, los métodos de climatización activos (aire acondicionado y calefacción) parecen la única forma de conseguir un confort térmico. Sin embargo, los habitantes de la casa TO aseguran haber tenido siempre unas temperaturas razonables aun sin ellos. “Se puede alcanzar un confort térmico casi absoluto, sin métodos activos, si la casa se gestiona correctamente”, explica Alsedà. Por eso, a excepción de un suelo radiante en la zona central, la vivienda depende exclusivamente de métodos pasivos.

El primero de ellos es la cubierta verde del techo que sirve de escudo ante el calor y la radiación solar. “Es como un sombrero en verano y como un gorrito en invierno”, explica Gonzalo Macías, uno de los estudiantes del máster que ha vivido en la casa. Luego están los filtros (ventanas, cortinas y persianas) que aíslan o mantienen la temperatura, en función de la necesidad del momento.

“Hay una protección solar que se abre en invierno para que entre más luz y calor, y se cierra en verano para mantener el interior más fresco. Además, hay secciones de la casa que tienen cortinas que, por un lado, son reflectantes y, por otro, aislantes. En verano, el calor se mantiene fuera poniendo el lado reflectante hacia el exterior y, en invierno se mantiene el calor dentro y el frío afuera girando la cortina”, explica. Todo esto propicia el nomadismo dentro del mismo habitáculo: en invierno interesa dormir en la fachada sur –la más caliente–, pero en verano es mejor la fachada norte –la más fresca–.

Casa experimental sostenible dentro del Campus Diagonal Besòs de la UPC

Adaptarse a este sistema ha sido lo más complejo. “En una casa donde no está todo automatizado tienes que entender cómo funciona”, explica otro de los inquilinos, Joan Martí i Morro. “Hasta julio no nos dimos cuenta de que cerrando la casa a las 10 h y manteniéndola así durante el día se estaba más fresquito”, admite.

Otra de las medidas notables es el sistema de aguas que las separa entre potable, pluvial y grises –las que provienen del uso doméstico–. Esta clasificación permite que los diferentes tipos se pueden tratar por separado y ahorrar recursos. Si esto se aplicara en todas las casas, uno de los beneficiados sería el inodoro. “Cada vez que tiras de la cadena se usan 8 litros de agua potable. Cuesta muchísimo limpiar esta agua y la perdemos en un instante. En cambio, si se separan, se pueden reutilizar las aguas grises para tirar de la cadena”, expone la arquitecta. Esto, a su vez, conciencia sobre el uso que se da al agua y lo que cuesta tratarla.

Pero el mecanismo más curioso para reducir el consumo hídrico se está en el baño. Para ducharse, los habitantes llenaban un cubo de agua con agua del grifo para luego bombearla mecánicamente con un pedal. “Llenar el cubo es una medida muy visual para ver cuánta agua gastas. Y sirve para que, al día siguiente, gastes menos”, observa Macías. “Una persona se aseaba con el agua equivalente a llenar tan solo cuatro envases grandes de yogur griego”.

Aunque los jóvenes aseguran haberlo disfrutado, admiten que pedalear para ducharse difícilmente tendría cabida en un piso. “El sistema de pedaleo funciona muy bien didácticamente para ilustrar cómo el agua llega a casa a través de una bomba, pero vivir así representa un gran esfuerzo que puede ser innecesario”, coincide Alsedà. Como propuesta alternativa, los jóvenes defienden que instalar un contador que indique cuánta agua se gasta sería mucho más factible.

El principal problema que destacan los que han vivido en la casa es la cantidad de tiempo que requieren la gestión de agua y residuos, lo que ha complicado su día a día.“Aquí el usuario es el motor, y esto implica un esfuerzo de tiempo”, corrobora Martí i Morro. Según ellos, este aspecto podría dificultar que en un futuro este modelo sea el habitual. “Tenemos que estudiar cuánto tiempo cuesta que lo haga una máquina y cuánto tiempo cuesta que lo haga el usuario para ver si compensa”.

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